jueves, 30 de julio de 2009

¿Andrea in love?

— ¿Quieres firmar esto?

Tardo cinco segundos en despegar la vista del monitor; tres en reconocer a Andrea y otros diez en observar el documento corcheteado que trae en la mano.

— ¿De qué se trata?
— La parte legal te la puedes evitar: léete el resumen mejor. Es un petitorio para hacer obligatorio el test de paternidad y para que se obligue a los hombres a asumir su responsabilidad como padres. Además, en el caso de que la mujer se haga un aborto, el hombre tiene que compartir su pena.
— ¿De dónde salió esto?
— Lo hicimos Nando y yo para la ONG.

Claro. Se refiere a la ONG pro derechos de la mujer donde trabaja Andrea. No sé cómo le queda tiempo después de la pega, su mamá y los happy hour para dedicarle casi quince horas semanales a un trabajo voluntario. Ah, cierto: a costa de su vida personal.

— ¿Nando? —digo mientras reviso la lista de firmas: sólo hay dos— ¿Te refieres a este Fernando V. que aparece en la lista? Nunca me habías hablado de él.
— Es que es nuevo —me pasó el lápiz mientras tamborileaba con los dedos sobre la mesa—. ¿Vas a firmar?
— No sé. Tengo que leerlo con más cuidado. ¿Es nuevo y ya le dices Nando? ¿Qué clase de hombre trabaja en una ONG como la tuya?
— Uno con mucha empatía, por supuesto. Si no vas a firmar, pásamelo. Se lo voy a llevar a Enzo.
— Mándame una copia por e-mail para leerlo bien —lo digo sin intención de hacerlo—. ¿No me dijiste una vez que los hombres no podían sentir empatía porque no tienen ovarios?

Andrea se encoge de hombros. Es su forma de reconocer que, al menos en el caso de “Nando”, se había equivocado.

— Me tinca que se metió en la ONG sólo para conocer minas – le digo sólo con ánimo de molestarla.
— No puedes decir eso.
— ¿Por qué?
— Porque no lo conoces.
— No es necesario conocerlo: un hombre que trabaja en una ONG pro derechos de la mujer o es gay o quiere engrupir minas.
— Ese no es el caso: Nando es un hombre sensible, súper culto y atento. Siempre se da cuenta cuando estoy de mal humor o muy cansada y me trae un café o unas galletas.

Mi estrategia funcionó. Mi sonrisa va de oreja a oreja.

— Andrea... ¡¿no me digas que te estás enamorando?!

Mi amiga me mira como si le hubiese dicho que tiene lepra.

— ¡No! Si tú sabes que me cargan los hombres...
— Mmmm... – le zumbo mientras le doy pinchazos en la panza con el dedo.
— ¡No es cierto!

Y me echo a reír. No por burlarme, sino de contenta. Le digo que me gusta verla así, ilusionada, sonrojándose por alguien, pero sin decirme nada, sale de la oficina dando un portazo.

Suspiro y sigo trabajando. Sinceramente espero que le vaya mejor que a mí.


lunes, 27 de julio de 2009

Los grados de amistad

¿Qué define la cercanía que tenemos con las personas con quienes no compartimos sangre? Esa fue la pregunta que me perforó los sesos mientras conversaba sobre la amistad con Óscar, quien es, por lejos, mi mejor amigo. Sin pensarlo mucho, elaboré una brillante teoría que ahora paso a compartir con ustedes.

Existen cuatro grados de cercanía con las personas: Amistad tipo I, Amistad tipo II, Amistad tipo III y los Conocidos.

En la Amistad tipo I entrarían las personas más próximas a uno: a los que llamamos para contar nuestras penas, los que vamos a consolar cuando están mal, aquellos que nos hacen sentir feliz cuando ellos están felices.

En la Amistad tipo II incluimos a las personas que están cerca de uno, que comparten mucho con nosotros pero siempre en forma restringida. Es decir, el Amigo tipo II no es alguien con quien podamos ir a emborracharnos para llorar las penas, ni es una de las primeras personas a quien llamaremos para decirle que nos casamos, pero claramente sería de las que no olvidaríamos en la lista de invitados del matrimonio. Generalmente, con el Amigo tipo II nos juntamos mucho en instancias sociales (fiestas, cumpleaños, happy hours, etc.) pero pocas veces en forma personal.

En la Amistad tipo III están las personas que a uno le caen muy bien y tienen buen feeling con uno, pero con las que no nos juntamos a menos que haya una excusa de por medio. Es decir, no nos vemos habitualmente, pero la invitamos al cumpleaños cuando nos acordamos de él. Y si organizamos alguna junta, es más probable que al Amigo tipo III lo invite uno de nuestros Amigos tipo I o II, ya que a uno se le olvidará contemplarlo.

A veces, la Amistad tipo III es un estado en el que caen antiguos Amigos tipo I y II de los que uno se ha distanciado.

Los Conocidos son precisamente eso: personas con las que uno se topa o ha topado en forma más o menos regular. Quizás compartimos ambiente (trabajo, estudios), pero no podríamos mantener conversación con ellos más de 5 minutos, y lo más probable es que para no quedarnos callados empecemos a hablar del tiempo.

¿Complicado? Voy a poner tres ejemplos para que se entienda.

Caso 1: Acabo de cambiarme de departamento y quiero hacer una pequeña celebración. Seguramente, para este evento sólo llamaré a mis amigos tipo I y II, porque los tipo III son demasiado distantes y engrosarían demasiado la lista. En este caso, los Amigos tipo III son los que habría invitado para mi cumpleaños pero no para algo tan nimio, mientras que a los Conocidos ni siquiera se me ocurriría invitarlos.

Caso 2: Tengo deseos de casarme con mi novio, pero estoy insegura. A mis Amigos tipo I los llamaría para contarles de mis dudas, quizás me juntaría con ellos para oír sus consejos y sus experiencias. A mis Amigos tipo II no los llamaría jamás por esa razón, a menos que estén pasando o hayan pasado por una experiencia similar, en cuyo caso su consejo podría ser considerado como la “voz de la autoridad”.

Caso 3: Acabo de terminar un libro fascinante, que considero tan bueno que todo el mundo debería leerlo. Lo primero que hago es llamar a mis Amigos tipo I para contarles eso y para prestarles el libro (a menos que sepa que son unos rata que jamás los devuelven). A mis Amigos tipo II jamás los llamaría por eso.

Suficiente pseudoteoría chanta. Sólo me resta decir que me muero de ganas de contarle esta tontería a mis Amigos tipo I. Jejeje.


miércoles, 22 de julio de 2009

Mi lado oscuro

Tengo que hablar sobre mi lado oscuro. Qué intimidante suena esto... me imaginé de repente como una bruja o un orco de Mordor o una arpía... jajajaja. A veces asociamos el lado oscuro con lo malo o con las cosas de nuestra personalidad que no nos gustan, pero yo creo que el lado oscuro es también la parte de nosotros más profunda.

Antes que todo las reglas:

1.-Nombrar el blog que te lo otorga:
Quisiera agradecer el premio a Yo, la que olvidaste. Me encanta su blog y siempre lo visito. ¡Muchas gracias!

2.- Comenta tu lado oscuro (¡chan!): pensamientos, actitudes, etc.
Quiero comenzar con una parte oscura de mí, que ya he comentado: soy envidiosa. No sé si es sana o insana, pero es envidia y he aprendido a vivir así sin ser un monstruo consumido por los malos pensamientos. En eso me ha ayudado mi capacidad de novelizar mi vida. Envidio el profesionalismo y lo seca que es Catalina, mi Némesis. Envidio el cuerpo de Scarlett Johanson y Megan Fox y definitivamente quiero saber cómo lo hace Marisa Tomei para tener el cuerpo que tiene a su edad (¿la vieron en "The Wrestler"?). Envidio las escritoras de éxito como J.K. Rowling o Stephenie Meyer y me encantaría algún día publicar un libro y ser así de rica y famosa (sueñaaa... jajaja).

Eso era lo conocido. Ahora les cuento el lado oscuro que ustedes no conocen. Muajajaja.

El primero es que soy un poco asesina al volante. Me gusta mucho la velocidad y ésa es la razón más importante de porqué todavía no me compro un auto: me doy un poquito de miedo =P. Me da la impresión de que seríaun peligro, pero no porque maneje mal (de hecho lo hago bastante bien), sino porque soy un "poquito" alterada.

Me encanta jugar airsoft, pero... me gusta aún más acribillar a mis compañeros de juego aunque ya estén derribados. Soy terrible, al igual que al volante con un arma en la mano (aunque sea de juguete) soy un poco peligrosa, me lo tomo en serio y disfruto corriendo y disparando, creyéndome una sheriff del Oeste. Bang Bang.

Y por último confieso que soy picada. Enferma de picada. Cuando jugamos, ya sea con amigos o en familia (incluso en pareja), sale a relucir mi lado ultra competitivo: me encanta ganar y trato de dar mi mejor esfuerzo en lograrlo. Si no gano me enojo, pero más que con los otros conmigo misma por no haber sido capaz.

Ufff... terminé. Qué difícil es esto de sacar el lado oscuro... ya me dio vergüenza... jeje. Bueno ahora vienen los nominados papapapáaaaan.


3.- Otorgar el premio a 4 blogs más:


Y los que se llevan este lindo premio son (en realidad me muero por saber sus 'lados oscuros'... jeje):

Mely
Beren
Mr. Vic
Mr. Bonkei

Espero leerlos luego :)

lunes, 20 de julio de 2009

De frente, marrr

El sábado Simón fue a cenar a mi casa. No me puedo quejar, la relación anda bien. O más bien debería decir anda, porque la verdad es que a pesar de que de un tiempo a esta parte tenemos una comunicación más fluida (ya no suele desaparecerse sin avisar y me devuelve los llamados apenas puede) y que es atento y cariñoso conmigo, siento que no es suficiente.

A veces pienso que soy un ogro resentido e inconformista. Quería sentirme especial para alguien y llega Simón y me hace sentir una princesa. Hasta me llevó a las Termas en ese fin de semana de lujo.

Pero al mismo tiempo me siento como la tonta del curso, a la que le pusieron los cuernos en sus narices e hizo como si no hubiese visto nada. Hice lo que siempre juré que no iba a hacer. Lo peor de todo es que cuando me acuerdo todavía me da rabia. Pero no hice nada en el momento y ahora creo que ya no tiene caso.

Pero aún si eso no hubiese ocurrido, aún pensando que todo se va a mantener así o va a mejorar, sigo sin proyectarme con él. Una parte de mi me reta y me dice que deje de creer en utopías, que ya me equivoqué una vez y que la corte con el jueguito. Sin embargo, hay otra parte que tiene ganas de soñar y de ilusionarse que me recuerda que la vida no es eterna y en algún momento, más temprano que tarde pensaré en la maternidad... ¿pero con Simón? No, no me lo imagino. Para proyectarse de esa manera se necesitan hombres como Aníbal...

Ese era mi sombrío ánimo el sábado cuando llegó Simón. Había preparado una receta de pollo a la naranja de mi mamá y debo decir que me quedó bastante bueno.

Durante toda la cena estuve dándole vueltas al tema hasta que recién en el postre, después de haber pasado por una amplia gama de temas irrelevantes, encontré el valor para lanzarme a la piscina.

- Simón, ya no somos niñitos de 15, no puede ser que cada vez que me encuentre con un amigo no sepa cómo presentarte... ¿qué digo? ¿que eres mi amigo? Es evidente que somos algo más... ¿que eres ‘mi pareja’? siempre he odiado ese tono tan indefinido ¿que eres el tipo con el que me acuesto de vez en cuando? Sí, super presentable.
- Anaís... deja de preocuparte por el qué dirán y vive la vida que es una sola. Que no te importe el resto, lo importante somos nosotros, que estamos juntos y que nos queremos.
- Sí, si eso lo tengo claro, no creas que soy de las que le da mucha importancia a las apariencias y eso tú lo sabes. Si fuera por eso jamás habría iniciado esta relación contigo, de partida.
- ...
- A lo que yo me refiero es que si realmente nos queremos y estamos juntos, como tú dices, pues bien, entonces pongámosle nombre a eso.
- Creo que te estás apurando mucho Anaís, esas cosas no se dan por decreto, sino que fluyen naturalmente.

Después de eso juro que quería echarlo a patadas de mi casa.

viernes, 17 de julio de 2009

El atractivo de los hombres con hijos

Las compras del supermercado no son una cosa que me vuelva loca. Conozco mujeres que se podrían pasar el día entero en el Jumbo, entre los pasillos de ropa, comida importada y haciendo altos cada 2 horas en la cafetería. Yo no puedo. Para mí el super es para, con lista en mano, ir sacando lo justo y necesario, así que generalmente voy como un bólido pasillo tras pasillo sacando exactamente lo que necesito según mi lista.

En esas estaba ayer en el supermercado haciendo las compras del mes (aprovechando el feriado), concentradísima en mi lista y con los audífonos de mi mp3 puestos para no tener que escuchar la música horrible que ponen, cuando a que no van a adivinar con quién me encontré… nada más y nada menos que a Aníbal, el chico tierno.

Ocurrió mientras iba del pasillo de las carnes hasta la librería. Entre ambos, tenía que pasar por el pasillo de la juguetería y ahí, evaluando unas figuritas de acción de Batman encontré a Aníbal.

De buenas a primeras no lo reconocí, sólo me pareció cara conocida, así que disminuí la velocidad de mi carrito, pero eso fue suficiente para que él me mirara y me saludara automáticamente.

- ¡Hola! ... Anaís, ¿cierto?
- ¡Hola! Sí, ¿y te acuerdas?
- Es que es un nombre muy bonito y poco común. ¿Cómo estás?
- Bien, ¿y tú? ¿en qué andas?
- Diego está de cumpleaños este fin de semana y le estoy buscando su regalo… Diego, mi “hermano- ahijado” –aclaró al ver mi cara de ‘¿y quién es ése?’
- Ahhhh… qué tierno tú… jeje… bueno Aníbal, me tengo que ir. Espero verte en otro happy hour.
- Que estés bien, Anaís. Nos vemos.

No sé ustedes, pero yo encuentro tremendamente atractivos a los hombres que, ya sea a través de sus propios hijos o de sus sobrinos o, como en este caso, de un “hermano adoptado”, expresan ese instinto paternal. Es como si se vieran más hombres, más maduros, más experimentados, pero como si al mismo tiempo tuvieran más a flor de piel las ganas de jugar y de reír.

Son como niños grandes. Son esa mezcla perfecta entre la madurez y el macho proveedor y la inocencia y las travesuras de los niños. Lo confieso: me encantan. Por eso, al ver a Aníbal entre los estantes llenos de figuritas de acción y sets de cowboys y piratas, no pude evitar pensar en lo atractivo que me parecía ese “algo” entre su sonrisa, el hecho que no olvidara mi nombre y su seudo paternidad.

¿A ustedes les pasa algo parecido?


lunes, 13 de julio de 2009

10 cosas honestas sobre mí

Las reglas son;
*Agradecer al blog que me lo envió (que eso lo hice el primer día, pero ahora lo hago otra vez desde mi blog: ¡mil gracias Francisca!)
* Decir 10 cosas honestas sobre mí.
* Poner el logo del premio en mi blog (la fotito, ya está).
* Seleccionar al menos 8 blogs y notificarles la entrega del premio (en este minuto parto a eso).

Antes que todo, muchas gracias a Francisca por el galardón. Siempre he considerado que el mundo sería mucho mejor si todos fuésemos honestos... Pero también creo que para que eso sea posible, todos deberíamos aprender a aceptar al otro como es, y no como queremos que sea: eso es más difícil aún que ser honesto.

1. Escribo diarios de vida desde que tengo 12 años. Los primeros fueron esos típicos con portadas rosadas y candado que hasta un ciego con artritis podía abrir; después di el salto evolutivo a los simples pero siempre útiles cuadernos. En un comienzo anotaba todo lo que me pasaba en el día, tal como hacía Papelucho; con el tiempo me puse más selectiva, mi bitácora se fue volviendo más literaria, hasta que adquirí la costumbre de “novelizar” mi vida.

2. Soy terriblemente ordenada: me carga que se acumulen papeles o polvo en algún rincón de mi departamento y lavo la loza apenas termino de usarla. Pero en un lugar privilegiado de mi pieza tengo un baúl heredado de mi abuela que alguna vez fue usado como maleta. En él guardo todos mis cachureos: una colección de conchitas que recogía en la playa; algunos de mis viejos cuadernos del colegio; un zapatito de charol de cuando aprendí a caminar; mi primera carta de amor; hojas secas; un tubo de pasta de dientes Odontine; una figura rota de bronce que representa a don Quijote y no me acuerdo cuántas cosas más.

3. Algunos dicen que me parezco a mi mamá, lo que en verdad no me gusta. Me da pavor cuando se me salen los modismos o los gestos de mi mamá. ¡Espero no ser tan prejuiciosa y machista el día que tenga hijos!

4. A veces siento que juzgo a las personas que están cerca de mí con una vara demasiado alta. Quizás me pase porque a mí misma me juzgo con mucha dureza... Me exijo mucho y a veces espero que los demás se exijan tanto como yo.

5. Mis amigas y conocidas que van al gimnasio les encanta: piensan que es muy entretenido ir a sudar como cerdo y quedar con los músculos adoloridos. Les encanta juntarse y hablar de cómo las quedó mirando ese abogado guapetón en las pesas, pero la verdad yo me aburro como ostra en fiesta de cangrejos. Nunca se los he dicho, pero si no fuera por mi maldito rollo Highlander jamás iría al gimnasio.

6. Siguiendo con lo anterior: me da vergüenza que me vean desnuda por ese rollito en mi estómago. Es por eso que, cuando me desnudo con mi pareja, prefiero estar a media luz y hago contorsiones extrañas cuando hago el amor. =P

7. Me río con los chistes verdes... Peor aún: cuando me siento muy a gusto, los cuento yo misma. ¿Qué diría mi mamá si me viera?

8. Me encantan los karaokes: pero sólo cuando estoy en confianza en casita: mi canto tiene la gracia del graznido de un buitre moribundo.

9. Me encanta Umberto Eco, pero no entiendo a Borges: hasta sus títulos me confunden.

10. No me siento tan bonita como para ser exigente, pero siempre me fijo primero en los hombres guapos y cancheros. Habitualmente me río de los nerds y los hombres que parecen tener 10 meses de embarazo. Sin embargo, varias veces me he tragado el orgullo y he terminado encantada con algunos hombres a los que jamás habría mirado, sólo porque me han hecho reír. El asunto es bastante simple: cualquier hombre puede aprender a ser seductor, pero muy pocos son capaces de enfrentar las incomodidades del antes, durante y después del coito. Y para eso, la apariencia no sirve de nada.

Ok, y ahora la tarea de pasárselo a lo menos a 8 personas. Debo decir que algunas se va a repetir con el meme anterior de las 7 cosas, y pido perdón, pero créanme que si los vuelvo a nominar es porque creo que se lo merecen. Acá van mis premiados por ser bloggers honestos y muy entretenidos:

J.Carlos
Michelle
Saruki
Blanky
Lágrima Perpetua
San
Leslie
Señorita Templaria
Moni
Guada

(Lo sé, son más de 8, pero tengo la firme convicción que todas las personas que incluí se lo merecían, pero no lo sientan como obligación, porque es más que nada para pasarlas un premio que yo considero que se merecen. ¡Besos a tod@s!)

¡Aquí está su premio chic@s!


domingo, 12 de julio de 2009

Madre hay una sola...

— ¡Ya pues mamá, que están encendidas las velas!
— Espera, espera... ¡Anita María! Llévese los platos a la mesa.
— Mamá... ¡Ven de una vez!
— ¡Ay mijita! Espérate un poco, que tengo las galletitas en el horno.
— ¡Mamá! —mi hermano ya no aguanta más— Son dos minutos, ¡ven!

Por fin sale de la cocina, secándose las manos con un paño. Ana María, la nana, casi se tropieza con ella en la oscuridad del living, iluminado sólo por una velita en forma de signo de interrogación. No sé qué me revienta más los ovarios: el chistecito de la vela, que mi mamá no haya salido de la cocina desde que llegamos, o la típica idiotez que dice la Nacha (mi cuñada) cuando mi mamá por fin apaga la vela:

— Ya, ahora la guardamos para el año que viene.

Risa general más falsa que Judas. Yo sólo sonrío y trato de quedarme cerca de mi prima, tratando de esquivar a Julián.

— Feliz cumpleaños, tía —dice mi ex marido entregándole su regalo.
— ¡Ay, qué amoroso! No tenías por qué...

Por el momento voy a dejar que disfrute, que la pase bien. Pero después voy a conversar seriamente con mi mamá y le voy a prohibir que vuelva a invitar a Julián a cualquier evento familiar... Aunque ya me estoy imaginando la respuesta:

— Pero Ani, es mi cumpleaños y me gusta que vengan todos los que quiero... ¿No estarás celosa de que Julián quiera a su suegra?
— EX suegra, mamá.
— Ay, mijita, pero si todavía están casados...

Afortunadamente, hay suficientes personas con las que puedo conversar sin necesidad de acercarme a él. Los niños se van a jugar a una de las piezas y yo me quedo en el círculo de primos: a la mayoría no los veía en años. A una de ellas, Mariana, la recordaba como una petisa molestosa a la que le gustaba tocar la guitarra y cantarle a todo el mundo: ahora está convertida en una emo de quince años.

— ¿En qué estás, Anaís? —me pregunta uno de mis primos mayores— ¿Tienes hijos ya?
— No —casi agrego “por suerte”.
— Pero las cosas van bien con tu marido...
— Sí, van muy bien: hace más de cuatro años que nos separamos.

Mis primos se quedan atónitos; los que ya lo sabían, le explican al resto las circunstancias. Y Mariana me queda mirando con su único ojo ensombrecido por el maquillaje (el otro está cubierto por su pelo planchado):

— ¡Qué desatinada la tía! ¿Por qué lo invitó?

Quería abrazarla: por fin había alguien que me entendía. Me encogí de hombros.

— Tonteras de madre —respondí—. Creerá que puede hacerme gancho para volver con él...
— A mí me pasó algo parecido —siguió mi prima—: cuando terminé con mi pololo y empecé con mi banda, mi vieja pasaba invitando al pelotudo a tomar once. Al final tuve que echarlo a golpes de baqueta.

Nos reímos de buena gana. Al final, la pasé tan bien conversando de música y pololos con mi prima que ni siquiera me di cuenta cuándo se fue Julián. Lo único que me queda dando vueltas es por qué Mariana, una típica adolescente rebelde, vino al cumpleaños de mi mamá. Mi hipótesis original era que había sido obligada, hasta que me dijo que le había traído de regalo un peluche que ella misma había hecho.

— ¿Te cae bien mi mamá? —le pregunté; Mariana sonrió.
— Cuando mi mamá me prohibió que formara mi banda (me obligó a subir las notas antes), la tía me defendió y me regaló mi primera guitarra eléctrica.
— ¿En serio?

Me quedo mirando a mi mamá: es increíble cómo las personas que uno cree conocer siempre nos terminan sorprendiendo.

Soy la última en irse de la casa. Me quedo ordenando junto a mi mamá. Ella insiste en que me vaya luego, que mañana trabajo y toda la tontera. Cuando por fin me voy a ir, la abrazo fuerte.

— Feliz cumpleaños mamá.
— Gracias, mi amor. Ay, me encantaron las flores que me trajiste... Y los aros, ¡son tan bonitos! Perdona que no te agradeciera antes.
— Está bien.

Siento que en cualquier momento me voy a poner a llorar. Y entonces mi madre remata:

— Bueno, ¿cuándo vuelves con Julián?

jueves, 9 de julio de 2009

Cosa de viejos

— Hola Ani. ¿Podemos juntarnos en el café frente a mi consulta el miércoles después de la pega? Besos, chao.

Ese era el escueto mensaje de mi padre en el correo de voz de mi celular el martes. Me llamó muchísimo la atención: mi papá no es de los que les gusta sentarse a conversar un cafecito. Al contrario: su pasatiempo preferido es sentarse en el living a leer en absoluto silencio, ni siquiera escuchando música. Me acuerdo que cuando chica hacer ruido cuando mi papá leía era una sentencia segura: “ándate a la plaza”, me decía con su voz profunda. Mi mamá sólo repetía la orden y me sacaba rápidamente de la casa.

Es cierto, cuando niña le tenía miedo. Es que a mi papá en verdad no le gustan los niños (y eso que es pediatra). Pero a medida que fui creciendo y empecé a tomarle el gusto a la lectura, solía compartir esas tardes en el living con mi papá. Recuerdo que mientras él devoraba un tratado de medicina o una novela de Dumas en su sillón favorito, yo me sentaba frente a él, en el sofá, tendida de espaldas, tratando de encontrar lo que tanto podía fascinar a mi padre entre las páginas bíblicas de la edición Aguilar de Viaje al centro de la Tierra.

Aunque jamás conversábamos, algo de lo que compartíamos con mi papá nos terminó uniendo mucho más de lo que puedo entender. Cuando estoy con él no tengo por qué dar interminables explicaciones sobre mi vida o mis sentimientos: basta intercambiar unas pocas palabras para que todo el resto se entienda.

La tarde del miércoles llegué al café cinco minutos antes. Mi papá ya estaba sentado, leyendo el diario, y esperaba que le trajeran su expresso. Le di un beso y me senté.

— Hola mijita.
— Hola papá.

Pedí un mokaccino y una medialuna. Mi papá siguió leyendo hasta que terminó el artículo; luego dobló cuidadosamente el diario. Cuando nos sirvieron, finalmente me habló.

— Tu mamá está sentida contigo.
— Ah. Me imaginé.

Típico de ella: una semana sin llamarla y ya se pone a reclamar que nadie la quiere, que sus hijos la abandonaron, que se va a morir sola y otra sarta de tonteras.

—Bueno, este domingo obvio que iré: es su cumpleaños y si no voy no me lo perdonaría… ni ella ni yo.

Mi papá asintió. Ambos sabíamos que bastaba eso para que mi mamá me perdonara. Le llevaría un ramo de flores, un regalo y anécdotas escogidas para evitar polémica; soportaría durante unas horas a mi cuñada con sus azucarados comentarios sobre lo hermoso que es criar niños... Mientras mi papá se reiría discretamente.

— Y tú... —tenía problemas para encontrar las palabras adecuadas para la pregunta— ¿Estás bien?
— Sí. Estoy saliendo con alguien.
— Ah.
— Más maduro.
— Ajá.
— Pero no es nada muy serio. Creo.

Se terminó el café en silencio. Yo ataqué mi medialuna. Después de un rato, agregó:

— Lo que importa es que estés bien: el resto hay que tomárselo con calma; no hay nada tan urgente.

Tres oraciones. Eso era mucho para mi papá. De hecho fue tanto, que no pronunció ni una sola palabra hasta que pidió la cuenta. Quise pagar mi parte, pero él se negó a aceptarlo.

— Nos vemos el domingo entonces.
— Te quiero papá.

Sonrió levemente, me abrazó y nos separamos.

martes, 7 de julio de 2009

La importancia de llamarse Óscar

— Pucha niña, ¿cómo te lo cuento? Me echaron de la pega.
— Pero... ¿Cuándo? ¿Por qué?
— Fue de a poco. Cada semana me daban menos trabajo, no me llamaban para las pautas. Hasta que esta mañana, cuando fui a la pauta, me dijeron que ya no me necesitaban. Así de simple.
— ¿Alguna razón justificada?
— Sí, aunque no era la oficial: haberme acostado con el antiguo editor.

El pobre Óscar estaba a punto de llorar. Pero se contuvo, como lo hace siempre... Excepto cuando vemos una comedia romántica: con esas siempre llora. Pero nunca lo hace cuando habla de sus dramas.

Me llamó al celular justo después de la pega. Yo ya había empezado a contarle mis tonterías de pareja cuando me dijo con un tono que me asustó: “Anaís, tenemos que hablar. ¿Podemos juntarnos en mi casa?”.

Si hubiese sido Simón o cualquier otro hombre, esa frase me habría hecho temblar de miedo. Pero siendo Óscar, lo único que sentía era preocupación.

— ¿Cómo sabes que fue por eso? Puede que estén haciendo reducción de personal, que alguien te haya aserruchado el piso...
— No, niña. Fue por eso. Te conté que estuve saliendo un tiempo con un ex editor de Nacional, ¿verdad?
— Sí... ¿el que siempre usaba corbatas negras, que estaba cagado de miedo cuando cachó que le gustaban los hombres? Me decías que te encantaba su voz.
— Cuando estudiaba estuvo en el coro de la universidad. Era bajo. De la voz, digo. ¡Y tan tierno!
— ¿Y qué pasó?
— Se cagó de miedo cuando su señora quedó embarazada por segunda vez. Así es que agarró sus cosas y se fue a Estados Unidos a hacer un magíster en no-sé-qué. Y yo me quedé solito, chupándome el dedo.
— Pucha, Óscar...
— Igual encuentro que fue lo mejor. No quería dejar a su señora, ¿sabes? No la amaba, pero la quería mucho. Y también a su hijo. Yo jamás le habría pedido que dejara a su familia. Pero eso no importa. Lo nuestro fue súper bonito, me deja como un recuerdo dulce, ¿sabes? Lo malo pasó después...
— Se supo.
— No sé cómo. Siempre fuimos súper discretos. Pero un día noté que la actitud de mis compañeros había cambiado: aumentaron los chistes de maricones a la hora de almuerzo; el fotógrafo con el que siempre trabajaba, que era re bueno para echar la talla, de pronto se quedó mudo; el nuevo editor me pasaba rechazando las notas y tenía que reescribirlas tres o cuatro veces. Al final me dijeron que “podían prescindir de mis servicios”. Me pagaron lo que me debían y me dieron una patada en el culo.
— Pucha, Óscar...

Lo abracé, le di un beso en la frente y le hice cariño en la cabeza. Él se pegó a mí y me dijo que me quería mucho, que gracias por haber venido y que yo era su mejor amiga. Pensé que quizás ahora se le ocurriría reflotar su abandonado proyecto de crear una revista digital: siempre había querido embarcarme en él, pero yo siempre trataba de escabullirme.

De pronto se paró y me ofreció un café. Mientras estaba preparándolo, sonrió.

— ¿Sabes qué? La semana pasada, una amiga me mandó un mail avisando que se liberaba un puesto en una revista de decoración. Creo que me iría súper bien ahí: tengo re buen gusto.
— En eso tienes toda la razón.

Siempre le he alabado a Óscar la decoración de su casa. Es cierto que a veces no hace la cama y se olvida de lavar la loza, pero sabe combinar colores y cómo organizar el espacio. Aunque decora con puras cosas de remates y cerámicas de todos los diseños imaginables, Óscar consigue darles un toque muy chic. Siempre tiene flores frescas y sabe aprovechar la luminosidad del departamento.

— Le voy a responder. Igual ya estaba medio cansado del diario: es un ritmo súper agotador. Ahora quizás voy a tener más tiempo para mí y para el proyecto.

Me miró con cara cómplice, pero yo lo evité. Igual sonreí. Eso es lo que más me gusta de Óscar: nunca se queda pegado en los problemas. Me gustaría parecerme a él en eso.

domingo, 5 de julio de 2009

Hijos en almíbar

— Oye tía An-a-ís, ¿poqué los comeciales son tan laaaaargos en la tele?
— ¡Tianiz, tianiz! Toma, pada ti...
— Oye tía An-a-ís, ¿poqué no eres mamá?
— ¡Tianiz, mídame!
— Oye tía An-a-ís...
— ¡Aquí, aquí!

Domingo. Día de reunión familiar. Hace más de un mes que no venía, y por razones obvias.

Los que me joden durante el almuerzo y la sobremesa son mis tiernos sobrinos: Enrique e Ignacio, hijos de mi hermano Enrique y mi cuñada... María Ignacia (la originalidad de los padres siempre me deslumbra).

Todavía no encuentro la forma de convencerlos para que se queden viendo tele en la pieza, sin que metan a toda la familia en sus líos de autitos y preguntas interminables.

— ¡Si están cada día más grandes! A Enriquito tenemos que comprarle ropa nueva como cada dos semanas... ¡Uy, mira cómo te quieren, Anaís! ¿Así que le regaló una culebra a la tía Anaís? ¡Es muy bonita la culebra que le regaló a la tía Anaís!

A mí me importa un perico las culebras y las pelotas y los bichos aplastados que hace el Ignacio. “Si no va a hacer una película de animación con ella, mejor que se coma su maldita plasticina y me deje terminar mi postre en paz”, pienso, mientras trato de sonreír cortésmente.

No sé por qué estos cabritos de moledera se pegan tanto a mí. ¿Por qué no puedo tener el aura de severidad que mantiene a los niños alejados de mi papá?

A esas alturas del partido, no entiendo por qué insisto en ir a las reuniones familiares si siempre termino asqueada... Ah, ya sé por qué. Mi madre. Ella se ofende cuando no voy. Y reconozco que igual me gusta ver a mi hermano Enrique, aunque se haya convertido en el clásico padre mamón y cuico.

— ¿Sabes que el Enriquito ya sabe contar hasta diez? La Nachita y yo creemos que puede ser superdotado, así es que lo inscribimos en el jardín infantil X. y ya estamos conversando con el rector del colegio A. para ver si lo pueden aceptar el año que viene.
— ¡Ay, sí darling! — lo secunda la Nacha— El colegio A. es tan prestigioso... Tiene uno de los mejores puntajes Simce en todo Chile y además tiene un ambiente que se nota bien, ustedes saben.

La verdad es que echo de menos al Enrique que me tiraba el pelo cuando éramos niños, el Enrique que perseguía a mis pretendientes con un palo cuando era adolescente, al Enrique con quien escribía cuentos y que me acompañaba a las fiestas... Tanto para cuidarme como para conocer a mis amigas.

Desde que se enamoró de una de sus pacientes se ha vuelto más distante. Antes me halagaba que evaluara a mis pololos, que me acompañara en algunas salidas para darles su aprobación. Pero desde que está con la Nacha no me dan ganas de contarle lo que me pasa, con quién salgo o si estoy enamorada. ¿Por qué será?

— ¿Sabes Anaís? La alegría más grande que puede tener una mujer es dar a luz... No uno, sino dos, o tres... ¡Todos los hijos que nos vengan! ¿Cierto darling?
— Claro que sí, honey —dice Enrique, dándole un topón.

¿Por qué los hombres casados se vuelven tan idiotas?

jueves, 2 de julio de 2009

7 cosas que amo de mi

San, mi ángel malo, me dejó una tarea la semana pasada. Quería dejarla programada para el fin de semana, pero la verdad es que el viernes andaba con tantos nervios por la invitación de Simón que al final no hice nada. Además me parecía injusto hacerlo a la rápida, así las cosas no valen ¿no?

Así que desde ayer he estado pensando y cuando se me han ido ocurriendo las he ido anotando en la libretita que siempre llevo a todas partes conmigo, y que es como mi ayuda-memoria. Y ahora que tengo este tiempito post almuerzo aprovecho de escribir esta entrada.

1. Mi determinación: cuando me pongo un objetivo generalmente lo cumplo. No hay sacrificios demasiado grandes si se trata de lograr lo que quiero. Soy de ideas fijas y si algo se me pone entre ceja y ceja, lo más probable es que lo consiga.

2. Mi pelo: me encanta mi pelo. Lo tengo más o menos largo y lo cuido como el bien preciado que es para mí.
Desde que era chica recuerdo que mis visitas a la peluquería era una especie de rito, como ir al santuario desde donde podía salir iluminada y con una sonrisa de oreja a oreja o con una cara de 5 metros, sintiéndome la chica más desgraciada del universo.

3. Ser leal: me considero una persona leal. Si un amigo pide mi ayuda, yo me pongo mi armadura y puedo salir a defenderlo del dragón de Komodo si es necesario.

4. Que soy soñadora pero práctica. Me gusta esa dualidad que tengo, a veces me puedo devanar los sesos pensando mil posibilidades, pero a la hora de los quiubos siempre tengo un plan armado para salir airosa de la situación (o casi… jeje).

5. No ser cuadrada: aunque estudié una carrera comúnmente considerada “cuadrada”, no me considero así. Estudié Ingeniería, pero desde siempre he tenido un gran apego a las humanidades, especialmente a escribir. Mi papá tenía una gran biblioteca en casa y desde pequeña comencé a devorarla poco a poco.

6. Yo aporto la sonrisa: siempre hay una Anaís lista y dispuesta para reír y hacer reír, una Anaís que salva de las situaciones más incómodas para salir muy campante (como el happy hour que les comenté). Cuando estoy en grupo, siempre trato de poner el equilibrio y las risas (aunque no siempre me resulta, pero al menos la mayoría de las veces me sale bien).

7. Mi capacidad de “novelizar”: creo que ya se han dado cuenta… jeje. Me encanta pensar en mí como la heroína de mi propia novela, con galanes y villanos. Siempre mi cabecita está trabajando para crear un guión de cada cosa que me pasa.
Ojo que no por eso pierdo la sensación de realidad (ahí entra mi lado práctico). Es como el típico sketch de la chica imaginándose cosas en una nubecita y después volviendo rápidamente a la realidad :P

Es un meme, una tarea virtual, así que tengo que dejarle el mismo encargo a otras personas.

Les cuento de qué se trata: tienen que escribir las 7 cosas que aman de ustedes, todo un ejercicio de amor propio… jeje.

Y los nominados son…

Moni
Blanky
J. Carlos
Maricarmen
Beetlejuice Girl
Srta. Morfina
Yo, la que olvidaste



 
^

Powered by BloggerEl Diario de Anaís by UsuárioCompulsivo
original Washed Denim by Darren Delaye
Creative Commons License